Chimbote Al Día

Cronica de un viaje en Tren de Chimbote a Huallanca

Por Fernando Bazan Blass


  

Desde el día anterior, por la tarde, los corredores de la Estación se ven concurridos de gente que compra sus boletos con anticipación para no pasar apuros a última hora, a la vez que embarcan su carga dejando todo listo para el día del viaje. Otros llegan por la noche, vienen de Lima en la agencia “El Chasqui” o la “Roggero”, para no gastar en hotel por unas cuantas horas, pernoctan en el zaguán de la Estación. Desde muy temprano, cuando no aclara todavía, la gente está tomando “caldo de cabeza” en la Plaza, mejor dicho en los ranchos situados al frente de la Estación. Desde las seis, hombres con maletas, mujeres con sus hijos de la mano, o ancianos con su compañía, se apretujan en el corredor, enseñan su boleto tratando de ingresar, para subir y acomodarse en los coches en donde viajarán. A las 7.00 en punto, el Sr. Milla, jefe de tráfico, ordena la partida. Tres campanazos indican al maquinista Baca y a todo el mundo, que ha llegado el momento de partir. El Sr. Baca en la cabina de mando, verifica sus controles, echa un vistazo por la ventanilla, y comprueba los vagones del convoy, que hoy conducirá a su destino están sin novedad. La Porter jalará esta vez, un coche de primera, dos de segunda, una bodega de carga y una plataforma con autos. Entonces, después del “chequeo”, devuelve el aviso con un bocinazo atronador que se escucha en toda la ciudad. Albán, el inspector, sale veloz de la oficina, se ajusta el kepí negro lustre, apura un vistazo a lo largo del tren y cerciorándose que no queda una alma fuera de los vagones, con la mano derecha, sopla con fuerza el silbato y levanta el brazo izquierdo, pareciera que advierte que desde aquel momento todo queda bajo su mando. Da un salto desde el zaguán y se agarra de los pasamanos, pisa el pasillo justo cuando los discos de hierro empiezan a moverse sobre las paralelas de acero. Un brusco tirón, acompañado de un desagradable chirrido, agudo e insoportable estremece el interior del coche donde voy. Este primer susto me sorprende de pie, trato de disimularlo, mirando por la pequeña ventanilla las rejas de cemento que cercan la Estación. A través de esas rejas veo muchas manos que se agitan y se alzan en señal de despedida. Instintivamente toco mi bolso para comprobar si no he olvidado algo. Constato que adentro van los platos con huevos fritos, plátano y arroz; una “bidú” y bizcochos que mi madre puso para mi fiambre. El billete de cinco soles lo llevo en la secretera, presiono por encima, dándome cuenta que allí está bien dobladito. No es para menos, por que en el corredor de entrada estaban “poniendo drilos de pechera“ , con periódico en mano, laburando” los “lanzas” más conocidos de Miramar, a quienes he visto y conozco por que vivo en “El Zanjón”. Al salir de la Estación, otro pitazo despeja la vía de cualquier ser viviente o algún cliente mareadito que viene de “cortar” en la tienda del chino Tang. Esta vez sonrío, al pensar que los hermanos Watanave deben de brincar de la cama todos los días a esa hora o taparse con la frazada las orejas hasta la cabeza, cuando pasa el tren cerca de su casa a cinco metros de su camarote. Ellos viven en Olaya por donde sale el tren tomando la avenida Buenos Aires. Vamos a Huallanca en un viaje ordinario, no hay nada especial, solamente que viajo yo con la promoción del Quinto C, del Colegio San Pedro; es la “promo” 1958 “Cesar Cornejo Arias”. Nos han acomodado en un coche de segunda, vamos solos para “que no nos fastidie nadie”. Yo voy junto a la última ventana de la mano derecha. Nuestro auxiliar, el señor Fernández va como único responsable de la excursión que se dirige a conocer el Cañón del Pato y la “Hidro”. Junto a él va de la mano el terrible Echevarría. También viaja, recomendado cien veces por su padre el capitán Torres comisario de Chimbote, el correctísimo Samuel, le decimos “flojo”. Sentado al otro costado a la vista del “Auxiliar”. No veo a “Carozo” Jorge Baca, como su tío es el maquinista debe estar por allí. En esta “gallada” van mis compañeros Díaz, Beltrán, Conty, Teevin, Morales, Salas, Aldea, etc., etc., que para identificarlos rápido y mejor les decimos “gallito”, “cuervito”, “viejo”, “witoto”, “chivilo”, etc., etc. A mi me dicen “clavito” por mis lindos pelos que se parecen limaduras de hierro sobre un papel con imán por debajo. Mi corte es a lo “alemán”. En el coche de primera van los “gringos”, son turistas rumbo al Callejón de Huaylas. Van también los hombres de plata, caballeros con terno y corbata con destino final a Huarás, no llevan un letrero en la espalda pero lo adivino por que portan maletín. Deben ser abogados que van a la Corte o funcionarios de la administración. En segunda, viajan de todo, comerciantes, vendedores de periódicos, paisanos bien vestidos con casacas de cuero, trabajan en la pesca y van a ver la familia, otros con ropa común; señoras con hijos en brazos, muchachos con sombreritos de cuero; es decir, van gente con destino a todos los pueblos ancashinos. Al último va una y creo que hasta dos plataformas con autos encima que continuarán el viaje por tierra después de Huallanca. La máquina “diesel” toma velocidad. Pasamos Cambio Puente, donde hay un tanque de agua arriba, para las locomotoras a vapor. El tren sigue corriendo hasta que un bocinazo anuncia que el tren se va a detener, nuevamente ese chirrido y las convulsiones que terminan en un ida y vuelta en seco. Es Rinconada, donde se nota un ramal que va a Tambo Real. Sigue el tracatraca y a la vista una bajada que termina en Vinzos es el Km. 33. Por la izquierda se pude observar el impresionante valle verde en toda su extensión. Al fondo, pegado al cerro pasa el río Santa que desde este tramo irá más junto a nosotros. En este paradero invaden los vagones las vivanderas ofreciendo un exquisito potaje envuelto en hoja de plátano ahumada y amarrado con “chantre”. Es la “causa” que se compone de un filete de “bonito” salpreso sancochado, aderezado con ají molido de color amarillo, acompañada con guiso de cebolla de rabo que abunda en la zona, yuca cocida que se deshace en la boca, humedeciendo el paladar con fresca chicha de jora al tope de un poto de mate. Este potaje te deja satisfecho y quieto por el resto del día, es barato, su precio es solo cincuenta centavos. Llegamos a la estación de Suchimán (Km. 52), lo mismo en Tablones (Km.57); después de una breve parada continuamos ingresando a suelo pedregoso, poco a poco nos acercamos a la Cordillera Negra. A veces, el tren va pegadito al cerro y viene a mi mente el recuerdo de “Cóndor Cerro”, la tragedia de l951. Al pasar por el kilómetro 72, todos queremos sacar la cabeza por la ventana derecha para ver el Cóndor en el Cerro y poder contar. El tren sigue a toda velocidad frustrando nuestras ilusiones. En Chuquicara se une un ramal que recorre por el río Tablachaca con dirección a Quirós y La Galgada, estaciones que conducen a los pueblos de Pallasca y a las minas de carbón. Pasamos La Limeña, Mirador, El Chorro, donde se ven arrieros que vienen al encuentro con acémilas, caballos y burros para dirigirse a Bambas, Corongo, La Pampa o Calguash. El tren pasa casi pegado a la peña de trocha angosta, cruzando túneles y atravesando de banda a banda el río Santa por puentes de acero. Pasa por Mayucayán, donde se encuentra a los arrieros con bestias que vienen de Yuramarca, Pomabamba, Siguas, etc. Su gente ofrece lúcumas, paltas, mangos y naranjas. También se ven reses que serán trasladarlas a Chimbote. Continúa Yungaypampa, donde el sube y baja de los pasajeros le dan al ambiente el característico olor serrano. También el idioma empieza a parecerme raro, empieza el quechua; los muchachos están sentados, algunos quieren vomitar, pero dentro de poco estaremos en Huallanca que ya necesitábamos con apuro. Llegamos a la 1.00 de la tarde a este hermoso lugar encajado en el fondo de la Cordillera Negra. Que raro, las peñas de a lado, se divisan arbolitos muy alto, el retumbo del río, el movimiento, el bullicio, todo es nuevo para mi. Desde allí nos llevarán a la empresa para conocer “La Hidro”, la “Casa de Fuerza”, y el Cañón del Pato. Dos días estaremos por allí y el viernes retornaremos a Chimbote los muchachos el quinto año “C”.

 

 
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